Ola de frio polar...
es raro ver como se terminó el otoño y ha llegado ya el invierno de repente, aunque en el calendario quede todavía un mes.
Ya no se ven los colores otoñales, el rojizo, ocre, verdoso ha dado lugar al gris oscuro, hojarasca podrida en las esquinas de los caminos, árboles grisáceos ya sin hojas... al caminar exhalamos ligeras nubecitas de vapor que salen de nuestra boca
desde lo alto del monte no se ve ya el valle, una capa blanquecina de neblina cubre las montañas que nos rodean
ya se ve la nieve en las cumbres
al mirar el paisaje desde lo alto se ven volutas de humo que salen de las chimeneas aquí y allá
al caminar por el pueblo al anochecer huele a humo de madera quemada que sale de las chimeneas
me gusta ese olor, me trae recuerdos de mi niñez, de cocinas de leña con su recipiente de agua caliente que usábamos para bañarnos en el barreño mientras mi madre nos echaba agua por encima
nuestra casa de adobe no tenía instalación de tuberías ni cuarto de baño
los pasos suenan huecos sobre los adoquines mientras esquivamos los charcos al caminar cubiertos ya con abrigos, bufanda, gorros
hace un día de chocolate caliente con churros...de calentar las manos sujetando la taza con su humeante y delicioso contenido
mantita de lana sobre las rodillas mientras tejemos y vemos televisión
anoche estuve viendo la pelicula Asesinato en el Orient Express, una pelicula británica del año 1974, protagonizada por Albert Finney, Lauren Bacall, Jean-Pierre Cassel, Ingrid Bergman, Jacqueline Bisset, Sean Connery, John Gielgud, Wendy Hiller, Anthony Perkins, Vanessa Redgrave, Michael York, entre otros.
solo me acordaba del final :-)
y hoy os traigo un nuevo reto, en este caso abandonamos a Agatha Christie y nos pasamos a un escritor que también me gusta mucho que es Stephen King.
Ayer comencé a leer "La cúpula", el último libro que ha sacado.
‘La cúpula’ nos trae la historia de la pequeña ciudad de Chester’s Mill. Una soleada y tranquila mañana de otoño, mientras la gente comienza a hacer su vida normal,
una barrera invisible e impenetrable cae sobre la ciudad. Nadie puede salir y, por supuesto, nadie puede entrar. A medida que pasan los días se irán consumiendo las provisiones de las que disponen e incluso el oxígeno que respiran. Por si fuera poco, cada día que pasa los niños comienzan a tener premoniciones cada vez más escalofriantes…
Y hoy hos traigo otra de sus novelas.
Se trata de adivinar el título del libro del que os pongo 3 extractos: ¡facilito!!!
1.
El objeto de su amor era un mal chiste, y nunca sabré qué vio Arnie en él aquel día.
El lado izquierdo de su parabrisas era una retorcida telaraña de resquebrajaduras. El techo estaba hundido en su parte derecha, y la descascarillada abolladura estaba cubierta de herrumbre. El parachoques trasero se hallaba torcido, la puerta del maletero entreabierta y el tapizado de los asientos presentaba alargados desgarrones.
Parecía como si alguien la hubiera emprendido a cuchilladas con la tapicería. Un neumático aparecía completamente liso. Los otros, tan desgastados que dejaban ver el cañamazo interior. Lo peor de todo: había un oscuro charco de aceite bajo el motor.
Arnie se había enamorado de un "Plymouth Fury" de 1958, uno de esos alargados y con grandes aletas. Había un viejo y descolorido letrero SE VENDE apoyado en el lado derecho del parabrisas, el lado que no estaba agrietado.
- ¡Mira qué líneas, Dennis! - susurró Arnie.
Estaba corriendo alrededor del coche como un poseso. Sus sudorosos cabellos se agitaban al viento. Accionó el picaporte de la portezuela trasera, que se abrió con un chirrido.
- Arnie, me estás tomando el pelo, ¿no? Es insolación, ¿verdad? Dime que es insolación. Te llevaré a casa y te pondré bajo el acondicionador de aire, y nos olvidamos de todo esto ¿conformes?
Pero lo dije sin muchas esperanzas. Él sabía gastar bromas, pero no tenía entonces cara de estar bromeando. Lucía más bien una especie de expresión alucinada que no me gustaba ni pizca.
Ni siquiera se, molestó en responder. Una cálida bocanada de aire rancio que olía a vejez, a gasolina y a putrefacción avanzada salió por la abierta portezuela. Arnie tampoco pareció reparar en eso. Entró y se sentó en el rasgado y descolorido asiento trasero. En otro tiempo, veinte años atrás, había sido rojo. Ahora presentaba una desvaída tonalidad sonrosada.
Alargué la mano y cogí unas hilachas del tapizado, las miré y las hice volar soplando.
- Parece como si el Ejército Rojo hubiera pasado sobre camino de Berlín - dije.
Finalmente, se dio cuenta de que yo continuaba allí.
- Sí... sí. Pero sería posible arreglarlo. Podría... podría quedar de maravilla. Una unidad móvil, Dennis. Una belleza. Una verdadera...
- Eh! Eh! ¿Qué hacéis ahí?
Era un viejo que parecía como si estuviese disfrutando - más o menos- sus setenta primaveras. Probablemente menos. El tipo me pareció la clase de hombre que disfrutaba muy poco. Tenía el pelo, lo poco que le quedaba, largo y áspero. En la parte calva de su cráneo se apreciaba un buen caso de psoriasis.
Llevaba pantalones verdes y zapatillas de deporte. Iba sin camisa; en su lugar, tenía en torno a la cintura algo que parecía un corsé de señora. Cuando se acercó más, vi que se trataba de una faja ortopédica. Por su aspecto, daba la impresión de que se la había cambiado por última vez aproximadamente en la época en que murió Lyndon Johnson.
- ¿Qué hacéis ahí? - Su voz era aguda y estridente.
2-
Reflexioné un poco. No, la felicidad no era con exactitud atributo de Arnie, y nunca lo había sido. Pero, hasta que empezó el asunto del "Plymouth" había parecido al menos contento... como si hubiera llegado a un modus vivendi con la vida. No completamente feliz, pero al menos llevadero.
- No - dije -. No se equivoca.
- No creo que el coche de mi hermano pueda hacerle feliz. En todo caso, justamente lo contrario.
Y, como si hubiera leído mis pensamientos de hacía unos minutos, continuó:
- Yo no creo en maldiciones. Ni en fantasmas ni nada sobrenatural. Pero sí creo que las emociones y los acontecimientos tienen una cierta... resonancia subsistente. Quizá sea que las emociones pueden incluso comunicarse en ciertas circunstancias, si las circunstancias son suficientemente peculiares... al modo como una caja de leche puede adquirir el sabor de ciertos alimentos sazonados en especias fuertes si se la deja
abierta en el frigorífico. O quizá se trata sólo de una ridícula imaginación de mi parte.
Posiblemente, es sólo que me sentiría mejor sabiendo que el coche en que se asfixió mi sobrina y se suicidó mi cuñada había sido prensado hasta quedar comprimido en un cubo de metal. Quizá lo único que siento es una sensación de propiedad violada.
- Señor LeBay, usted dijo que había contratado a una persona para que cuide la casa de su hermano hasta que sea vendida. ¿Es cierto?
Se revolvió un poco en su silla.
- No. Mentí impulsivamente. No me agradaba la idea de ese coche de nuevo en ese garaje... como si hubiera conseguido regresar a casa. Si hay emociones y sentimientos que siguen viviendo, estarían allí y también en ella... En el coche - se corrigió rápidamente.
Poco después, me despedí y volví a casa siguiendo el camino que trazaban mis faros
y pensando en todo lo que me había dicho LeBay. Me pregunté si supondría alguna
diferencia para Arnie el que yo le contase que una persona había sufrido un accidente
mortal en su coche y otra había muerto realmente en él. Sabía perfectamente que no; a
su manera, Arnie sabía ser tan obstinado como el propio LeBay. La escena que había
tenido con sus padres a cuenta del coche lo demostraba de modo concluyente. También
lo demostraba el hecho de que siguiera tomando clases de mecánica automovilística en
la versión de la IMZ en la escuela superior de Libertyville.
Pensé en LeBay al decir: No me agradaba la idea de ese coche de nuevo en el
garaje... como si hubiera conseguido regresar a casa.
También había dicho que su hermano llevó el coche a algún lugar para trabajar en
él. Y el único garaje de autoservicio que había en Libertyville era el de Will Darnell.
Naturalmente, puede que hubiera otro en los años 1950, pero yo no lo creía. En el
fondo de mi corazón, estaba convencido de que Arnie había estado trabajando sobre
Christine en un lugar en que ella había estado antes.
Había estado. Ésa era la frase clave. A causa de la pelea con Buddy Repperton,
Arnie temía dejarla allí por más tiempo. Así que quizás ese camino de regreso al
pasado de Christine estuviese también bloqueado
3-
El coche arruinado temblaba en todas sus partes. Era la cosa más fantástica y más terrible que hubiese visto en mi vida. Temblaba, se estremecía como un animal que estuviese completamente... muerto. El metal chocaba nerviosamente contra el metal.
Varillas de sujeción tocaban ritmos de jazz sobre los conectores. Mientras observaba, un pasador doblado que yacía en el suelo se enderezó, dio unos cuantos saltos y fue a caer sobre la chatarra.
- Sube - pedí.
- No puedo, Dennis. - Sus labios temblaban sin poderse dominar -. No puedo... ya no puedo... Aquel cuerpo... era el del padre de Arnie. No puedo más, por favor.
- Tienes que poder- le dije.
Me miró, se volvió asustada hacia los restos obscenamente temblorosos de aquella vieja ramera que habían compartido LeBay y Arnie, y después pasó por delante del morro de Petunia. Un trozo de metal cromado saltó y le arañó profundamente una pierna. Ella chilló y corrió. Subió a la cabina y se apretó contra mí.
- ¿Qué... qué tengo que hacer?
Me abalancé a medias fuera de la cabina, sujetándome en el techo, y empujé el pedal del embrague con el pie derecho. El motor de Petunia seguía funcionando.
- Aprieta el acelerador y no lo sueltes - dije -. Pase lo que pase.
¿sabéis de que libro se trata? espero hasta el sábado vuestras respuestas. Ese día ya publicaré todos vuestros comentarios, que estoy segura estarán acertados.
un abrazo y feliz día